martes, 24 de febrero de 2009

UN DURO FIN DE SEMANA VI

Tres años después

María regresó a Barcelona después de ese primer encuentro, convencida como Guillermo de que sus siguientes encuentros no serían iguales, ya que por mucho que se sea original, se termina cayendo en una cierta monotonía, pero también convencida de que si aceptaba otros encuentros tenía que obedecerle. Ella era libre de decidir si quería verle de nuevo o no, pero si lo aceptaba era con todas sus consecuencias. Creo que es una de las pocas satisfacciones que tienen los amos, aquellas sumisas que deciden volver a un amo saben perfectamente que el amo les puede exigir, ordenar y utilizar como quiera y que ellas lo aceptarán sin condiciones. Si no aceptan ese papel, ellas mismas decidirán no volver a ver a ese amo.

Durante unos meses María pasó en Madrid un par de fines de semana y Guillermo se desplazó a la ciudad condal en otra ocasión.

Guillermo había comentado a María que no le iba a llamar por teléfono y que si ella decidía verle de nuevo en Madrid debería llamarle con cierta antelación. Un buen día María no llamó más a Guillermo. Él se enteró por una persona de Barcelona que María había comenzado a salir con un chico, por lo que supuso que había encontrado otro amo en su ciudad.

Pero un buen día, pasados tres años, María llamó a Guillermo. Le comentó que iba a venir a Madrid por motivos de trabajo un miércoles y le preguntó si podía quedar a tomar algo. Quedaron para comer en un restaurante. María estaba feliz, le contó que se había casado y que era muy feliz. Guillermo preguntó a María si su marido conocía sus gustos de dominación y ella le respondió que no. María preguntó a Guillermo qué tal estaba y si tenía alguna sumisa bajo su tutela en esos momentos. Él le contestó que no. Entonces, María le confesó que, aunque era muy feliz, de vez en cuando echaba de menos la dominación y que estaba dispuesta a quedar con él para una sesión si venía a Madrid por motivos de trabajo; eso sí con la condición de que no la vara no le dejase ninguna marca profunda que durase horas.

Guillermo le contestó que no estaba dispuesto a aceptar esas condiciones y le sugirió que poco a poco le fuese contando a su marido sus gustos; que si la quería lo iba a comprender y el mismo podría convertirse en su amo. Le dijo que lo había pensando muchas veces, pero que no sabía si se iba a atrever.

Se despidieron y no se volvieron a ver más.

Guillermo anhela todavía que María haya confesado sus gustos a su marido y que este los comparta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario