martes, 24 de febrero de 2009

UN DURO FIN DE SEMANA II

El encuentro

Él acordó con María que pasaría a recogerla por la recepción del hotel el viernes a las 9 de la noche. Su vuelo se había retrasado y, aunque llegó a las 8:45 al hotel, no solamente subió a la habitación para dejar la maleta, algo que Guillermo hubiese entendido, sino que prefirió darse una ducha y arreglarse para la cita. Bajó con diez minutos de retraso a la recepción del hotel. Le dio dos besos, pero no se excusó por ser impuntual.

María estaba esa noche particularmente jocosa. Durante la cena no dejó de ironizar sobre las relaciones entre mujeres y hombres; e intentó, sin éxito, que él se enfadase con ella por expresiones que dijo delante de los camareros que le conocían: “el caballero manda”, con respecto a la elección del vino, o como “¡caray, como se alimenta el niño!”, cuando él pidió un postre después de haber comido un buen solomillo de carne argentina.

Al salir del restaurante fueron a tomar una copa. En el coche, del restaurante al pub, María siguió tratando de desatar la ira de Guillermo y le preguntó “¿he sido muy mala en el restaurante?”. Cuando Guillermo le respondió que los trucos que había utilizado esta estaban muy vistos, notó una cierta rabia, mezcla de orgullo y de desafío en sus ojos. No obstante, su respuesta consiguió el objetivo deseado; ya que, durante el resto del tiempo hasta que Guillermo la dejó en el hotel, hablaron sobre sus vidas y sus gustos, pero ella no le siguió desafiando. Sobre la una de la madrugada él la dejó en su hotel.

Al día siguiente quedaron a las 10:00. Fueron a desayunar algo y después realizaron las visitas previstas a las exposiciones. Comieron algo rápido y él le comentó que tenía planeado ir por la tarde a Toledo, a tomar un café en la terraza del Parador, desde donde se puede observar una vista completa de la ciudad. María le respondió que prefería ir a ver una obra de teatro en la sesión vespertina. A Guillermo no le hubiese importando cambiar sus planes si no fuese porque no había reservado entradas y en Madrid es casi imposible reservar buenas entradas si no es con bastante antelación. María no le había comentado a Guillermo su deseo de ir al teatro en tono desafiante, sino simplemente expresando su preferencia en ese momento. En Toledo María dio la impresión de pasárselo bien y de disfrutar de la visita. No obstante, cuando regresaron, como había un cierto atasco de tráfico a la entrada de Madrid, ella comenzó a protestar diciendo que hubiese sido mejor ir al teatro, aunque dejó en seco de hacerlo cuando él rió de forma irónica. Ella sabía que esa risa no le beneficiaba.

Tomaron una merienda-cena en un centro comercial con salas de cine y entraron a las 10 de la noche a ver una película. Cuando terminaron Guillermo la volvió a dejar en su hotel.

Al mediodía del día siguiente María regresaba a Barcelona. Al ser domingo los dos deseaban dormir un poco más y no quedaron hasta las 11:30. Les dio tiempo, aun así, de realizar una visita al Museo Sorolla y admirar como este pintor retrataba el colorido del mediterráneo y el costumbrismo de la época en que vivió.

Guillermo la llevó al aeropuerto y se despidieron.

El lector ha podido observar hasta ahora que, a pesar de ser un relato de los mal denominados eróticos, no ha habido hasta ahora ninguna referencia a la sesión de disciplina inglesa con la que Guillermo “educó” a María. La razón es muy simple, lo mismo que Guillermo había avisado a María previamente que no llegaría a saber el momento en que comenzaría ni los motivos que le motivarían a ello, tampoco yo deseo que los lectores lo sepan. Además, cuando el lector acabe el relato se quedará con la duda también de cual de las dos fue la noche que María y Guillermo pasaron juntos y si hubo o no relación sexual además de la sesión de disciplina inglesa.

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