domingo, 1 de febrero de 2009

LA EDUCACIÓN DE ROSA VII

Convertida en mujer

Rosa obedeció.

J.- “Ahora, ¡vete al cuarto de baño, abres el mueble que hay debajo del lavabo y encontrarás una cesta con unos cepillos del pelo, trae el que tiene el mango de madera!”, le volvió a ordenar.

Rosa obedeció. Jorge pensaba que iba a protestar o suplicarle que no le azotara con el cepillo, pero no fue así. Rosa volvió, le dio el cepillo a Jorge y ella misma se volvió a colocar sobre sus rodillas.

¡Plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!...

Jorge le dio a Rosa una tanda de azotes corta y suave, apenas 3 minutos, con el cepillo. La piel de Rosa presentaba un aspecto que más que parecerse al color de su nombre, ya mostraba un rojo intenso. Cuando terminó la tanda de cepillo, le ordenó que se pusiera de pié y, cuando ella así lo hizo, el se levanto, la estrechó de nuevo entre sus brazos, y le dijo:

J.- “Por esta ocasión, Rosa, ya se han terminado los azotes. Espero que el hecho de que los mismos te hayan producido también placer no haya sido un impedimento a la hora de hacerte ver que debes cambiar tu actitud.

R.- “No, mi Maestro, he aprendido la lección y además te imploro que si alguna vez vuelvo a portarme mal, intensifiques el castigo”, contesto Rosa abrazándose fuertemente a Jorge.

Jorge separó a Rosa delicadamente de su lado y le ordenó:

J.- “¡Rosa!, ahora quiero que te desnudes ante mí exhibiendo todo tu cuerpo. Cada vez que te quites una prenda me la entregarás diciendo: te entrego esta prenda, mi Maestro, como símbolo de sumisión y obediencia.

Rosa obedeció. Cuando estuvo completamente desnuda, Jorge se levantó, volvió a abrazar a Rosa y le ordenó que se echase desnuda boca abajo sobre la cama. Era la primera vez que Jorge pudo observar completamente el coño de Rosa y las gotas, fruto de los dos orgasmos, que se deslizaban por la entrepierna de ella. Jorge la contempló, pero no tocó con su mano ninguno de esos lugares; solamente acarició de nuevo las nalgas de Rosa, mientras le susurraba:

J.- “Ya hemos terminado por completo la sesión. Ahora te voy a dejar un rato en esa posición para que reflexiones sobre todo lo que hoy a acontecido”.

Jorge volvió al cado de los 10 minutos y le ordenó a Rosa:

J.- “Ahora, levántate, vete al cuarto de baño a darte una ducha y vuelves aquí para vestirte”.

Rosa obedeció sin decir nada. Cuando estuve vestida se presentó ante Jorge, le abrazó fuertemente mientras le decía:

R.- “¡Gracias por todo, mi Maestro!. Me has convertido en tres horas en una mujer, antes era una niñata. A partir de ahora tendré respeto por todos los que me rodean y me aprecian”.

Rosa intentó dar un beso en la boca a Jorge, pero este se lo impidió diciendo:

J.- “Rosa, ¿tu crees que ahora mismo no te deseo?”.

No permitió que Rosa contestase y continuó diciendo:

J.- “Si ahora hiciese lo que deseas, Rosa, conseguirías en cierta forma salirte con la tuya. Eso no me impide decirte que mañana domingo, por tu propia voluntad, vendrás aquí por la tarde y entonces ya decidiré qué hacer contigo”.

R.- “¡Sí, mi Maestro, gracias mi Maestro!.

Salieron de la casa de Jorge y fueron al garaje. Rosa estaba callada, pero sonreía a Jorge con ojos de deseo. Dentro del coche, Jorge arrancó el motor, pero antes de iniciar la marcha, se giró hacía Rosa y le ordenó:

J.- “¡Separa las piernas!.

Rosa obedeció. Él, entonces, la abrazó, la besó con fuerza en la boca al tiempo que apoyó su mano en la entrepierna de ella presionando por encima de sus bragas su clítoris. Rosa gimió gritando y alcanzó su..., ella no sabía que número hacía, no había podido seguir la cuenta de los que había tenido. A continuación, Jorge encendió el coche y se dirigió al restaurante donde habían quedado con Efrén para la cena.

Al llegar a cenar donde estaba Efrén, Rosa le dijo a su hermano:

R.- “Efrén, perdóname por todo lo que te he hecho hasta ahora”.

R.- “¡Ah!, y gracias también por recurrir a Jorge para mi educación. Si me vuelvo a comportar mal contigo, te ruego que me lo digas y que también se lo digas a Jorge para que me lo tenga en cuenta si vuelvo a España”.

El resto de la cena, Rosa no dijo nada más. Escuchaba a Jorge y a Efrén hablar sobre temas variados y ponía mucha atención a lo que decían mientras sonreía con cara de felicidad. Jorge sabía que ella estaba absorta, recordando lo que le había pasado. Jorge se dio cuenta de ello porque observó que en algún momento de la cena, Rosa volvió a apretar las piernas y sus ojos mostraron que había vuelto a alcanzar de nuevo un gran placer.

Rosa, por supuesto, volvió al día siguiente por la tarde sóla a casa de Jorge y por voluntad propia.

FIN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario