domingo, 1 de febrero de 2009

LA EDUCACIÓN DE ROSA VI

El primer orgasmo

Rosa obedeció a Jorge y se colocó frente a él con los brazos sueltos a la altura de las caderas, sin intentar llevárselos a su culo ya un poco rojizo y algo dolorido. Jorge se levantó y la abrazó fuertemente, le beso primero en la frente y después en una mejilla. Rosa estaba temblando de excitación. Cuando la iba a besar en la otra mejilla, Rosa intentó acercar su boca a la de Jorge para que este la besara ahí, pero Jorge fue más rápido, la apartó y le besó la otra mejilla.

J.- “Todavía te queda mucho que aprender, pero ya está comenzando a dar síntomas de ser un poco más obediente”, le dijo Jorge cariñosamente.

R.- “Mi Maestro, aceptaré todos los azotes que me quieras aplicar y la educación que me quieras dar, pero, por favor, si lloró no me lo tomes en cuenta, ya que nunca me han pegado fuerte y me duele mucho”, le dijo Rosa, poco convencida, con la intención de excitar a Jorge.

Él la volvió a abrazar y le preguntó a modo de orden.

J.- “¿Qué?, ¿dispuesta a seguir?.

R.- “Sí, mi Maestro”, respondió Rosa rápidamente.

Jorge volvió a sentarse y ayudó a Rosa a ponerse sobre sus rodillas. Como ella había permanecido de pié con el vestido levantado y éste no había caído mucho sobre su cuerpo, Jorge no tuvo que hacer mucho esfuerzo para subírselo al lugar donde lo tenía en la primera tanda de azotes.

J.- “¿Preparada?, preguntó Jorge.

R.- “¡Sí, mi Amo!”, exclamó Rosa.

¡Plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!...

Rosa estuvo un rato sobre las rodillas de Jorge recibiendo azotes, algunos de ellos muy suaves, casi eróticos y otros un poco más intensos, pero todavía todos ellos con las bragas puestas. Rosa no decía nada, sólo gemía, sollozaba, intentando que a penas Jorge la oyera para no enfadarle; sufriendo dolor y también excitación con él y por él. Cuando Jorge paró, ella dijo:

R.- “¡Gracias, mi Maestro!”.

Entonces él volvió a acariciar durante un largo rato sus nalgas para mitigar el dolor. De repente, Jorge volvió a introducir sus dedos entre el borde de las bragas y la piel de Rosa. Rosa se dio cuenta de que había llegado el momento en que Jorge se las iba a bajar definitivamente y una de sus manos, seguía apoyada en la otra, hizo un leve movimiento hacía atrás con la intención de evitarlo.

J.- “¡Eh!”, dijo Jorge en tono amenazante.

Rosa volvió a apoyar rápidamente la mano en el suelo, mientras Jorge deslizaba con las manos las bragas justo entre el borde inferior de sus nalgas y sus rodillas. Al separarse la tela de la braguita de su entrepierna, Rosa sintió un tremendo placer que no comprendió.

R.- “¡Aahh!”. Un leve gemido salió de la boca de Rosa mientras apretaba fuertemente las piernas y los glúteos. “¡Graaaacias, mi Maestro!”, prosiguió Rosa temblando.

Jorge sabía lo que aquello significaba. Estaba orgulloso porque había logrado que aquella jovencita alcanzase un orgasmo, probablemente el primer gran orgasmo que había tenido producido por un hombre, aunque él no estaba tan seguro de ello. Sin embargo, Jorge no le hizo caso ni le dijo nada y se hizo el indiferente.

J.- “Tus nalgas ya tienen colorcito, pequeña”, dijo Jorge riendo.

R.- “¡Queman mucho!”, protestó ella.

Jorge comenzó a frotar, a acariciar la piel de las nalgas de Rosa; en algunos casos amasando los glúteos.

R.- “¡Aahh!”, volvió a gemir levemente Rosa mientras tenía un segundo orgasmo.

J.- “Bueno, vamos a continuar”, aseveró Jorge sin dar tiempo a Rosa a contestar ni a darle las gracias.

¡Plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!...

Jorge siguió azotando el desnudo culo de Rosa durante un rato largo, al menos diez minutos. Varió la intensidad y la posición desde donde dejaba caer su mano, y realizaba breves paradas para que su mano y la piel de Rosa pudieran descansar. Durante las breves paradas acariciaba la piel de las nalgas de Rosa bajando a veces por la parte de la entrepierna sin llegar a acariciar en dicha parte sino en su borde.

Cuando su mano estaba ya cansada, paró.

J.- “Rosa, ¡levántate!”, le ordenó.

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