domingo, 1 de febrero de 2009

LA EDUCACIÓN DE ROSA III

En casa de Jorge

Efrén llevó el siguiente sábado a Rosa a la casa de Jorge a la hora acordada, las cuatro y media. Se las había ingeniado para engañarla y decirle que iban a ir a El Corte Inglés a comprar un CD de Alejandro Sanz que Rosa quería desde hacía tiempo, pero que antes tenían que pasar por casa de un amigo a recoger unas entradas. También se las había ingeniado, aunque Jorge nunca supo cómo, para convencerla de que se pusiese un vestido, en lugar de los pantalones vaqueros que llevaba el día en que se la presentó a Jorge. Con respecto a los gustos de Jorge sobre la ropa interior, Efrén no pudo hacer nada, aunque ya le había comentado a Jorge que había observado que su hermanita no llevaba ropa interior tipo tanga, una prenda que a Jorge le molestaba enormemente en sus sesiones de spanking, ya que era partidario de comenzar la azotaina sobre el algodón de las braguitas tradicionales interior para que éste amortigüe un poco los primeros azotes y vaya poco a poco estimulando las endorfinas de la sumisa de tal forma que le resulte la segunda parte, ya con las nalgas al descubierto, menos dolorosa.

Jorge les espero descalzo, vestido con un pantalón vaquero y un polo blanco. Sonó el telefonillo y unos minutos más tarde el timbre de la puerta. Cuando Jorge la abrió, saludó con un apretón de manos a Efrén y un par de besos en la mejilla a Rosa. Les invitó a pasar al salón y sentarse en el sofá. Rosa no decía nada, no sabía que pasaba y creía que Jorge era el amigo que tenía las entradas que iba a recoger su hermano. Rosa sospechaba que su hermanastro era homosexual y había creído el primer día en que le presentaron a Jorge que él también lo era y que tenía un lío con su hermano. Sin embargo, los dos besos en la mejilla del primer día y los dos besos que le dio abrazándola suavemente cuando le abrió la puerta le hicieron sospechar que Jorge no era homosexual; algo que confirmó cuando él se dirigió a su hermano diciendo:

J.- “La has traído vestida a mi gusto, está realmente guapa”, dijo Jorge tratando de que Rosa percibiese el mensaje.

Era cierto. Rosa estaba especialmente guapa ese día. Llevaba un vestido de tirantes color crema, con un cinturón negro amplio en la cintura a modo de adorno. Era una jovencita preciosa, lo que Jorge deseaba desde hace tiempo: iniciar a una chica joven en la sumisión a través del spanking.

Rosa se estremeció cuando Jorge le hizo el comentario a su hermano y puso una cara todavía de mayor incredulidad que cuando él les había abierto la puerta.

J.- “¿Queréis tomar algo?”, preguntó Jorge.

R.- “Si tienes una Coca Cola, me la tomaría, aunque muy rápido porque mi hermano me prometió ir a El Corte Inglés a comprar un disco de Alejandro Sanz”; se apresuró a decir Rosa para tratar de irse cuanto antes, ya que su cabeza ya le comenzaba a dar vueltas sobre la razón por la que estaba allí.

J.- “¿Tu quieres algo, Efrén?”, preguntó Jorge sin hacer caso a las palabras de Rosa.

E.- “No, gracias”.

Jorge fue a coger la Coca Cola a la cocina y cuando volvió le dijo a Rosa mientras le servía la Coca Cola:

J.- “Así que Rosa el otro día te masturbaste pensando en un chico”.

Rosa se quedó fría. No sabía que decir a Jorge. En su lugar, se volvió hacía Efrén y, como la niña mimada que era, le increpó:

R.- “¡Tu!, ¿por qué se lo dijiste?”

Sin darle tiempo a reaccionar, Jorge la levantó del sofá arragándola firmemente por los brazos, la reclinó un poco y le dio el primer azote en el trasero sobre el vestido; después, la volvió a sentar en el sofá. Rosa se quedó seca de nuevo, su barbilla le temblaba, sus ojos miraban a Jorge con sorpresa, le suplicaban una respuesta. Su mirada había perdido el tono desafiante que había dirigido a su hermano y a Jorge hasta ese momento.

J.- “¡No le vas a hablar así nunca más a tu hermano ni a nadie, niña mimada!”, dijo Jorge elevando la voz.

J.- “Además, ¿crees que a mi me importa que te masturbes?. ¡Contesta a la pregunta que te hice antes!”, exigió Jorge.

R.- “Sí, el otro día me estaba masturbando”, contestó Rosa con un hilillo de voz.

J.- “¡Pobre chico!, no sabe lo que le espera. Seguro que cuando te masturbabas pensando en él, también imaginabas cómo le vas a manipular cuando sea tu novio y cómo le vas a convencer para que te compre alguno de tus caprichitos, ¿verdad?. ¿De la misma forma que haces con tu hermano y con todas las personas que te rodean y te quieren?, ¿verdad?”, aseveró Jorge con un tono suave pero irónico.

Rosa no dijo nada. Se quedó callada ante las palabras de Jorge. Se quedó mirándole a los ojos con la misma expresión en su rostro que había puesto después del primer azote. Tardó casi un minuto en girar la cabeza y mirar a Efrén, ya no con la expresión desafiante de cuando le había increpado, sino con los mismos ojos con los que había mirado a Jorge; suplicándole a su hermano una respuesta. Efrén sonrió, pero no le dijo nada; con el rostro le hizo una seña de que volviese a mirar a Jorge. Rosa volvió a mirarle sin decir ni una palabra.

Jorge se sentó justo al lado de Rosa. Tomó su mano suavemente con la suya y le dijo:

J.- “Rosa, primero perdona por el azote, pero creo que te lo merecías. ¿no crees que a la larga conseguirías más si cambias de actitud y te ganas a las personas con cariño; y no como haces hasta ahora, haciéndoles chantaje emocional y volviéndote una niñata insoportable?”, dijo Jorge; no como una pregunta, sino como una aseveración.

J.- “No me preocupa que cuando vuelvas a Chile te vuelvas a comportar como la niñata que has sido hasta ahora, pero al menos hoy vas a aprender una lección”, añadió Jorge.

La cara de Rosa se volvió colorada. Su expresión estaba cambiando de la duda al pánico, aunque con un atisbo de excitación. Jorge le gustaba y alguna vez había tenido alguna fantasía por la noche sobre una posible relación con un hombre maduro; pero nunca había pensado en algo como en lo que en esos momentos ya sospechaba.

J.- “¡Ahora respóndeme!, ¿qué es lo que crees que debo hacer contigo?, ¿qué es lo que se crees que se debe de hacer cuando una persona que ya se ha convertido físicamente en una mujer se sigue comportando como una niñata mal educada?”, demandó Jorge alzando de nuevo el tono de su voz.

R.- “Noooo, noooo, por favor, por favor”, imploró en voz baja Rosa lloriqueando, mientras miraba alternativamente a Jorge y a Efrén.

J.- “¡Deja de comportarte como una niña y contesta de una vez a mi pregunta!”, dijo Jorge elevando la voz.

Rosa tardó un instante en responder, pero ante la expresión de enfado de Jorge, se apresuró a decir:

R.- “Castigarla”, respondió Rosa con un hilo de voz.

En ese momento, Efrén se levantó al tiempo que decía a su hermana:

E.- “Hermanita, llevo soportando tus tonterías y caprichos durante años; aguantando tus chantajes emocionales. Probablemente esto no valdrá de nada; pero, por lo menos, tendré la satisfacción de saber que alguien te ha dado lo que no te dieron a tiempo ni mi padre ni tu madre. Me imagino, hermanita, que a estas alturas no tenemos que explicarte Jorge y yo lo que te espera. No deseo estar presente ya que, al fin y al cabo, eres mi hermana y, en el fondo, no disfruto viéndo lo que te va a pasar; así que ahora yo me voy al cine con unos amigos. Ya he quedado con Jorge en que él te llevará a cenar unas tapas a José Luis y que yo saldré a vuestro encuentro”, dijo Efrén a Rosa.

Jorge despidió a Efrén en el quicio de la puerta. Rosa no intentó escapar, pero sí osó levantarse y acercarse a la puerta implorando de nuevo a Jorge y a su hermano:

R.- “Noooo, por favor”, lloriqueaba Rosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario