domingo, 1 de febrero de 2009

LA EDUCACIÓN DE ROSA IV

En el salón

Cuando Efrén salió, Jorge cerró la puerta con llave. En ese momento Rosa se había sentado en el suelo del hall de la casa hecha un ovilló y comenzó a lloriquear con más fuerza:

R.- “¿Por qué?, ¿por qué?, nooo, por favor”.

Jorge no volvió a hacerla ni caso. Rodeó el hall que daba al salón por la cocina y se volvió a sentar en el sofá:

J.- “Rosa, ¿tu crees que la mejor forma de evitar que sea más duro de lo que voy a ser es seguir comportándote como una niña pequeña?”, le preguntó él. “Cuando te de la gana te levantas y vienes a sentarte aquí. No tengo prisa, pero cuanto más tardes en venir más duro seré contigo. Espero no tener que ir a buscarte y obligarte a que te levantes porque será peor”.

Rosa siguió sollozando, pero se levantó de inmediato y se sentó en el sofá al lado de Jorge.

J.- “Ahora vamos a seguir con la conversación que interrumpimos cuando se fue tu hermano”, le dijo Jorge mientras pasaba un brazo por su hombro y agarraba con su otra mano una de las manos de ella.

El movimiento de Jorge causó de nuevo una excitación tremenda en Rosa. No sabía lo que sentía, no sabía si sentía pánico o deseo, si se estaba enamorando de él a pesar de lo que sabía le iba a pasar o si deseaba que Jorge la desnudase y le hiciese el amor. Realmente en ese momento no pensaba en nada; sentía excitación pero su mente estaba en blanco.

J.- “Antes has dicho que lo que hay que hacer contigo es castigarte. Ya no te voy a preguntar qué como opinas que hay que castigarte, sino que quiero oír de tus labios cómo crees que lo voy a hacer”.

La excitación había provocado que Rosa dejara de lloriquear. Su semblante había cambiado y ahora expresaba una mezcla de alegría, cansancio, excitación y deseo.

R.- “Vas a azotar mi culito”, dijo Rosa casi anhelando que así fuera. “Ahora si crees que con eso voy a cambiar, no lo voy a hacer. Me gusta ver como los demás hacen lo que yo quiero; me excita saber que domino la situación y que me salgo siempre con la mía”, añadió Rosa en tono desafiante, como deseando que sus temores se hiciesen realidad.

J.- “¿Tu crees que ahora estás dominando la situación?”.

R.- “No”, respondió Rosa bajando la mirada al mismo tiempo que esbozaba una sonrisilla.

J.- “Ya hemos hablado bastante y no voy a seguir perdiendo el tiempo en tratar de convencerte con palabras de que debes de cambiar de actitud. Simplemente quiero escuchar si aceptas o no aceptas el castigo, Rosa. No me importa que digas si o no; simplemente quiero oírlo de tus labios”.

R.- “Jorge”, musito Rosa. Dejó pasar unos segundos y prosiguió “¡sí!, acepto el castigo”, “¡sí!, acepto los azotes y me los merezco. Ya sé que no puedo pedir nada de clemencia, pero, por favor, nunca he soportado el dolor muy fuerte y nunca me ha complacido”.

Jorge escuchó las últimas palabras de Rosa mientras se levantaba del sillón y la ayudaba a levantarse agarrándola suavemente de las manos.

J.- “Ahora vas a ir a la habitación de invitados que hay al lado del despacho y me vas a esperar allí con las manos en la nuca y mirando al armario”, le ordenó Jorge

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