viernes, 24 de abril de 2009

Relato de hotel V

La felación

Ha puesto un cojín sobre el suelo delante de la cama, y presiona con sus brazos tus hombros obligándote a ponerte de rodillas ante él. Cuando estás así, sientes que el artilugio que te había puesto en tu sexo se activa y comienza a vibrar con distinta intensidad. Previamente habías notado que, cuando se echó a descansar a tu lado en la cama él se había quedado desnudo, probablemente en calconcillos aunque no lo veías. Por eso, ahora, tú humillada ante él, jadeando por la incomodidad y el deseo, presientes lo que va a venir. Te quita el pañuelo que te había puesto en la boca, y con una mano te agarra del pelo y atrae tu cabeza hacía su miembro erecto que ya sientes en tu garganta. Te da una pequeña arcada por la rapidez y la sorpresa, pero en seguida sabes cómo acompasar el ritmo de tu respiración a la garganta profunda que te está haciendo realizar. Atrae y separa tu cabeza hacía su miembro dentro de tu boca. Cuando la atrae mantiene unos segundos hacía él tu cabeza como queriendo que su miembro entré todavía más en tu garganta. Para unos segundos y saca su miembro de tu boca, diciéndote “ahora con la lengua en mis cojones y en el escroto”. Tú pasas la lengua como si estuvieses degustando un rico helado por las zonas que él te ha ordenado. Lo haces lentamente, ves que le excita. Vuelve a tomar tu cabeza, mete su miembro, y comienza de nuevo el movimiento del principio. Repite varias veces la operación de sacarla y obligarte a lamerle el escroto y volver a meterla en tu boca. Se tira así unos cuantos minutos, tal vez cuarto de hora aunque tú no lo sabes con exactitud. Aunque ya le notas muy excitado, no sabes tampoco cuando va a parar para pasar a hacer lo que tú deseas, follarte, ni sabes si realmente va a hacer eso. “Espero que no se corra en mi boca porque si no, no va a recuperarse para follarme. Claro que, por otra parte, así evitaré que me penetre mi otro agujerito; porque para tres seguidos, seguro que no le da”. Él ha adivinado tus pensamientos, y te susurra “no te preocupes, guapa, tenemos todo el tiempo del mundo, ¿o es que crees que te voy a permitir irte cuando quieras?, espero que hayas dicho en casa que no vas a dormir y que no hayas quedado con nadie después por la noche”. Sus palabras te hacen estremecer, tú habías pactado con él que fuese un encuentro largo, pero que no se prolongara más de tres o cuatro horas. No habías quedado con nadie por la noche, pero no le habías dicho a tus padres que no ibas a ir a dormir. Intentas expresar esos pensamientos mediante un gruñido que sale muy leve de tu garganta ya que es acallado por el ritmo de su miembro entrando y saliendo de la misma. De repente, él incrementar el ritmo al tiempo que comienza a aumentar su respiración y unos gemidos salen de su boca. Piensas “se va a correr en mi boca”. Tarde, en el momento en que estás pensando eso, su semen inunda tu boca. Es un sabor al que estás acostumbrada y te gusta, pero que prefieres dejar para ocasiones posteriores y nunca para un primer encuentro. Te falta el resuello e intentas apartar su miembro de tu boca para respirar y descansar. Su nueva frase te deja helada, “como se te caiga una gota de tu boca, cojo el cinturón y no voy a ser tan suave como antes”. Piensas “noto dos gotitas en mi barbilla de cuando intenté sacar su polla, y espero que no se dé cuenta de las mismas y en todo caso me lo dijo cuando ya se me habían resbalado”. Piensas esto al tiempo que sigues chupándosela hasta que notas que se encoje y el mismo la retira de tu boca.

Se va, se aleja hacia el cuarto de baño dejándote de rodillas sin decirte nada. Antes de irte, te ha vuelto a colocar el pañuelo en tu boca, y sientes que cuando lo hace el pañuelo se impregna de las dos gotitas que habían resbalado por tu barbilla. Vuelve del cuarto de baño, pero no te levanta ni te dice algo. Te deja en silencio y a oscuras al apagar también la luz principal de la habitación. Aunque notas que ha encendido una luz de la mesilla, prácticamente la oscuridad es total. Te duelen las rodillas, te sientes humillada por el sabor de los restos de su semen en tu boca y porque te haya dejado a oscuras, te escuecen los pezones por las pinzas, te molesta el plug en tu ano, y sientes un cierto placer y cosquillas en tu coño por la vibración del huevo. Todo esto junto hace que no puedas más y te dejes caer de lado en el parqué convulsionándote por el gran orgasmo que acabas de alcanzar.

Deja pasar unos 10 minutos, y de repente sientes un poco mas de luz. Ha vuelto a encender la luz principal. Se acerca, te inclina hacia sus pies por lo que tu culo queda en pompa; y, mientras te obliga a besárselos, descarga tres o cuatro cinturonzazos sobre tu culo, un poco más fuertes que los primeros, pero sin llegar a ser tan fuertes como sonaban en su amenaza. “Aunque dejaste caer parte de mi leche antes de que te lo advirtiese, deberías de haberlo evitado por tu propia voluntad. Por eso, para castigarte, te he mantenido de rodillas un buen rato. Sin embargo, tú te has permitido tener un orgasmo y dejarte caer de lado; por eso te acabo de azotar con el cinturón”. No te ha gustado ni sus frases ni el escozor que sientes sobre tus nalgas; no era eso lo que esperabas de la sesión, y crees que no debías de haber quedado con él. Comienzas a expresarlo con varios gruñidos de queja y movimientos para tratar de soltarte las cuerdas de tus manos; ya harta de la postura, de las pinzas, de los aparatitos en tu interior y de los azotes.

Le da igual. Adivina tus intenciones y te levanta del suelo. Te da un beso en la frente y te abraza. Vuelve a ser un truco para que tú creas que lo ha entendido y que va a ser más bueno contigo. Solamente te das cuenta de ello al notar que su miembro se ha puesto erecto de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario